lunes, 27 de septiembre de 2010

Simplemente sangre (Blood Simple, 1984), de Joel Cohen

Simplemente sangre es la primer película de los hermanos Joel y Ethan Cohen. Es una comedia negra que tiene como principal virtud subvertir el clásico relato policial, cuyo leimotiv consiste en descubrir al autor del crimen.
En esta ópera prima, por el contrario, los espectadores conocen los hechos y las intenciones de los personajes, y son éstos quienes ignoran los sucesos y las circunstancias en las que se encuentran involucrados.
Desde el inicio, una voz en off sitúa la acción en el espacio árido, yermo, de Texas, y advierte que allí cada cual está por sí mismo.
Los personajes encarnan ese medio infame, se funden con ese ominoso entorno, fundando sus relaciones en la desconfianza, la mezquindad, el deseo y la ambición.
Una serie de malos entendidos, tal si fuese una comedia de enredos y una notoria falta de astucia, convierten a Marty (Dan Hedaya), dueño de un bar e ideólogo del asesinato de su mujer (Frances McDormand) y su amante Ray (John Getz), de victimario en víctima. Los mismos equívocos y una completa falta de sinceridad conducen a Ray inexorablemente a un destino trágico. A su turno, el cinismo y la ausencia de escrúpulos del detective privado Loren Visser (M. Emmet Walsh), en las antípodas del modelo chandleriano de detective íntegro, completa la extensión de la tragedia.

lunes, 20 de septiembre de 2010

El rebelde mundo de Mia (Fish Tank, 2009), de Andrea Arnold

Resulta difícil de entender la atracción que ha generado esta película en algunos críticos y jurados de festivales internacionales de cine.
En su segundo largometraje, El rebelde mundo de Mia, según los acostumbrados desatinados títulos locales, la directora Andrea Arnold, tiene la pretensión de retratar a una inadaptada adolescente de nombre Mía (Katie Jarvis), que vive junto a una madre alcohólica y una precoz hermana menor, en un departamento de viviendas populares en los suburbios de Essex.
Heredera muy menor del realismo social británico, se puede pensar en el primer Ken Loach y, manifiestamente influenciada por la soberbia Rossetta, de los hermanos Dardenne, no se atreve a profundizar aquello que sugiere.
Luego de seguir a la protagonista en su deambular sin dirección, de exponer el modo desafortunado de comunicarse con los demás: las discusiones con una madre que no está interesada en atender o cuidar de ella, con una hermana pequeña cuyo modo de relacionarse es en base a insultos, y con los jóvenes de su misma edad, con quienes se muestra hostil, recibiendo como respuesta nada más que rechazos, y de mostrar cómo practica unos incipientes pasos de hip-hop, única actividad que parece despertar interés en ella, la realizadora dirige su atención a la iniciación sexual de Mia, y a la forma en que procura evitar ser enviada a un internado por su madre.