Un cuerpo con un disparo en la sien es arrojado de un auto.
Es el comienzo de Testigo para un crimen, largomentraje argentino del director Emilio Vieyra.
Mauricio Peña (José María Langlais) arriba a Buenos Aires decidido a investigar la muerte de su hermano, Raúl Peña (Alfonso De Gracia), lo que lo conducirá a la boite Sunset y a enfrentarse con su regente, el mafioso Otero (Carlos Carella).
Testigo para un crimen está sazonada con musicales bizarros (tiene una participación un travesti Michelle, toda una osadía por aquel entonces) y escenas porno suaves donde interviene la estrella del club nocturno, Blondie (la famosa vedette Libertad Leblanc, desaparecida el año pasado).
No representativo del mejor cine argentino de esos años, tiene en una mirada no exigente los condimentos necesarios para entretener que hacen a todo policial (en rigor, entre el policial y las telenovelas): una búsqueda desesperada de venganza, un escenario sórdido, los matones, la policia no muy dispuesta a involucrarse y la femme fatale.