Solo contra todos (1998) es mucho más revulsiva y perturbadora que la provocadora Irreversible (2002), que ganó notoriedad a partir de una escena en la cual el personaje de Monica Belluci es violado durante nueve minutos, y toda cuya audacia consistía en que era contada hacia atrás.
Psicodélica, hipnótica, lisérgica, Enter The Void (Caer al vacío), última película del director argentino Gaspar Noé, tiene a la ciudad de Tokyo, con todo su neón, como escenario, y es narrada desde el punto de vista del protagonista, quien aparece de espaldas durante la mayor parte de las secuencias para acentuar esta idea.
Oscar (Nathaniel Brown) es un traficante que en su infancia hizo un pacto de no abandono con su hermana Linda (Paz de la Huerta, generosamente desnuda en la casi totalidad de sus apariciones en pantalla), devenida en bailarina exótica. Cuando es asesinado por la policía, su espíritu vaga por la ciudad siguiendo los pasos de Linda con el objeto de velar por su seguridad.
Esta trama, por demás simple, pretende encontrar fundamento en el Libro tibetano de los muertos, para trazar un paralelismo entre lo que podría ocurrir después de la muerte y las sensaciones en la mente de una persona que consumió drogas.
Gaspar Noé, que padece de cierto presuntuoso espíritu experimental, se dedica a repetir las mismas ideas visuales, no obstante ser muchas de ellas atractivas, usando y abusando de diferentes técnicas: el relato circular con numerosos flashbacks, movimientos de cámara vertiginosos, largos planos secuencia con cámara flotante, tilt-shift (técnica fotográfica que produce un efecto maqueta, una sensación de miniaturas), los títulos de crédito compuestos de creativas tipografías pasados a toda velocidad, durante dos horas cuarenta. Semejante exhibición de jactancia se pudo llevar a cabo en la mitad de ese tiempo, obteniendo mejores resultados y evitando provocar en el espectador un considerable cansancio.
Todo matizado con mucho sexo explícito.
Poco y nada queda del discurso arrollador de Solo contra todos, de su densidad y profundidad, del impacto que causan su sordidez y su crudeza, en oposición a la vacuidad y la superficialidad de Enter The Void.
Psicodélica, hipnótica, lisérgica, Enter The Void (Caer al vacío), última película del director argentino Gaspar Noé, tiene a la ciudad de Tokyo, con todo su neón, como escenario, y es narrada desde el punto de vista del protagonista, quien aparece de espaldas durante la mayor parte de las secuencias para acentuar esta idea.
Oscar (Nathaniel Brown) es un traficante que en su infancia hizo un pacto de no abandono con su hermana Linda (Paz de la Huerta, generosamente desnuda en la casi totalidad de sus apariciones en pantalla), devenida en bailarina exótica. Cuando es asesinado por la policía, su espíritu vaga por la ciudad siguiendo los pasos de Linda con el objeto de velar por su seguridad.
Esta trama, por demás simple, pretende encontrar fundamento en el Libro tibetano de los muertos, para trazar un paralelismo entre lo que podría ocurrir después de la muerte y las sensaciones en la mente de una persona que consumió drogas.
Gaspar Noé, que padece de cierto presuntuoso espíritu experimental, se dedica a repetir las mismas ideas visuales, no obstante ser muchas de ellas atractivas, usando y abusando de diferentes técnicas: el relato circular con numerosos flashbacks, movimientos de cámara vertiginosos, largos planos secuencia con cámara flotante, tilt-shift (técnica fotográfica que produce un efecto maqueta, una sensación de miniaturas), los títulos de crédito compuestos de creativas tipografías pasados a toda velocidad, durante dos horas cuarenta. Semejante exhibición de jactancia se pudo llevar a cabo en la mitad de ese tiempo, obteniendo mejores resultados y evitando provocar en el espectador un considerable cansancio.
Todo matizado con mucho sexo explícito.
Poco y nada queda del discurso arrollador de Solo contra todos, de su densidad y profundidad, del impacto que causan su sordidez y su crudeza, en oposición a la vacuidad y la superficialidad de Enter The Void.
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