Estaba sentado en la playa escuchando en un reproductor de mp3 un disco llamado The Observer, perteneciente al saxofonista Jon Irabagon, cuando advertí su presencia.
Era la chica imposible.
Una adolescente de figura perfecta, no muy alta, de pelo rubio que llevaba atado en una cola, y rasgos generosamente agraciados, que se iluminaban en una sonrisa dirigida solo a aquellos privilegiados llamados a formar parte de su universo exclusivo.
Llevaba puesto un vestido de color rosa pálido que combinaba con su cuidado bronceado y parecía diseñado para ella.
Tomaba sol junto a una muchacha y un muchacho, ineludiblemente bonitos ellos.
¿Sería su novio?, ¿estaría consciente de su posición única?, ¿aprovecharía su oportunidad? Debería apurarse. No tendrá otra chance.
Unos momentos más tarde, se acercó a saludarla otro muchacho un poco mayor que ella luciendo el resultado de la puntual asistencia al gimnasio durante el año, de esos que se desplazan por la playa como si fuese su medio ambiente natural.
No, no podrá retenerla por mucho tiempo, salvo aceptando el odioso, sufrido papel de amigo.
Antes de partir, caminó unos pasos con gráciles movimientos, tal como una modelo sobre una pasarela o una bailarina en una coreografía, demorando a sus acompañantes, para despedirse de otro afortunado.
De regreso, pasó cerca de mí, haciendo rebotar sobre la arena una pelota de voley fosforescente de color rojo.
En la terminal, cuando volvía, vi una chica que se parecía a Eva Mendes. De repente, giró sobre sí y me miró. Abandonó el hall y desapareció en la noche.
Era la chica imposible.
Una adolescente de figura perfecta, no muy alta, de pelo rubio que llevaba atado en una cola, y rasgos generosamente agraciados, que se iluminaban en una sonrisa dirigida solo a aquellos privilegiados llamados a formar parte de su universo exclusivo.
Llevaba puesto un vestido de color rosa pálido que combinaba con su cuidado bronceado y parecía diseñado para ella.
Tomaba sol junto a una muchacha y un muchacho, ineludiblemente bonitos ellos.
¿Sería su novio?, ¿estaría consciente de su posición única?, ¿aprovecharía su oportunidad? Debería apurarse. No tendrá otra chance.
Unos momentos más tarde, se acercó a saludarla otro muchacho un poco mayor que ella luciendo el resultado de la puntual asistencia al gimnasio durante el año, de esos que se desplazan por la playa como si fuese su medio ambiente natural.
No, no podrá retenerla por mucho tiempo, salvo aceptando el odioso, sufrido papel de amigo.
Antes de partir, caminó unos pasos con gráciles movimientos, tal como una modelo sobre una pasarela o una bailarina en una coreografía, demorando a sus acompañantes, para despedirse de otro afortunado.
De regreso, pasó cerca de mí, haciendo rebotar sobre la arena una pelota de voley fosforescente de color rojo.
En la terminal, cuando volvía, vi una chica que se parecía a Eva Mendes. De repente, giró sobre sí y me miró. Abandonó el hall y desapareció en la noche.
1 comentario:
Todos mis blogs son un ejercicio. En el caso de esta nota, tuve la pretensión de escribir no ya reseñas de discos, libros, películas, etc.; o de limitarme a exponer aquello observado en los viajes, sino también incluir elementos personales y de ficción. En parte porque lo anterior me resulta en algún sentido distante y tengo ganas de contar algo que me involucre y diga algo más de mí. La idea es tomar situaciones reales y, poco a poco, introducir otras que no lo sean, de modo que los relatos contengan una combinación de ambas. De la misma forma, proceder con las descripciones. Como digo, un ejercicio.
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