Un hombre vestido de saco y corbata camina.
A continuación, empieza a correr.
Se escucha un disparo.
El hombre cae.
Se levanta y sigue corriendo.
Embiste una pared y la atraviesa.
Es el principio de Fuerzabruta, el espectáculo creación de Diqui James, ex integrante de la Organización Negra y De La Guarda, reestrenado en el Centro Cultural Recoleta.
A partir de esa escena inicial, todo lo que tiene lugar es una explosión de movimiento, sonido, color, dirigidos no al intelecto de los espectadores, sino a sus sensaciones, a su cuerpo. Fuerzabruta es un teatro esencialmente físico.
Asistentes a los que la propuesta busca integrar, hacer partícipes activos de lo que ocurre en la sala. Finalidad perseguida por Fuerzabruta, como parte de un movimiento que tiene a los catalanes de la Fura Dels Baus como referentes, y cuyo fundamento consiste en desafiar las convenciones impuestas por el teatro tradicional.
El desarrollo de la acción acontece en un ámbito que prescinde de un escenario y de una platea, de un texto, y si se quiere, también de un mensaje o, al menos, de uno que no admita ser completado por el público participante de la obra (si es que lo contrario fuese posible).
El director señaló al diario la Nación, y en tal carácter es posible hallar la trascendencia de una forma de hacer teatro hoy ya no tan novedosa, que: "Es un hecho colectivo. Se vive como un hecho social, porque te afecta lo que le pasa al resto".
A su vez, en Página 12, expresó lo que explicaría su génesis: "Esa comunión entre actores y público, esa preponderancia de las emociones y el intento de contagiar alegría que es su búsqueda en cada grupo que formó le recuerda a los carnavales que supo disfrutar en su infancia".
En la representación, los "actores" bailan frenéticamente los ritmos electrónicos y tribales de autoría de Gaby Kerpel y, en consecuencia, el espacio de la sala Villa Villa se transforma en una gran rave. En otra "escena", ubicados sobre una tarima, destrozan una casa, arrojando mesas y sillas, desgarrando su techo que cae en forma de papel picado. A su turno, el momento más impactante ocurre cuando una enorme pileta transparente desciende hasta casi el alcance de los concurrentes, donde el elenco empieza por realizar movimientos tal como si se tratase de nado sincronizado para, más tarde, lanzarse de un modo desenfrenado, una y otra vez, al agua.
Todo en Fuerzabruta remite a lo que se encuentra en el origen, a lo que es primitivo, primordial, salvaje, visceral, en la obra opuesto a lo mundano, a las sujeciones que impone la vida en sociedad, al yugo de lo cotidiano, ejemplificado en ese hombre que camina entre la gente, ataviado con sus ropas, intentando acomodar mesas y sillas, sin conseguirlo y, finalmente, chocando contra un muro.
Así, Fuerzabruta es un desahogo, un grito de emancipación.
Para concurrir decidido a involucrarse.
A continuación, empieza a correr.
Se escucha un disparo.
El hombre cae.
Se levanta y sigue corriendo.
Embiste una pared y la atraviesa.
Es el principio de Fuerzabruta, el espectáculo creación de Diqui James, ex integrante de la Organización Negra y De La Guarda, reestrenado en el Centro Cultural Recoleta.
A partir de esa escena inicial, todo lo que tiene lugar es una explosión de movimiento, sonido, color, dirigidos no al intelecto de los espectadores, sino a sus sensaciones, a su cuerpo. Fuerzabruta es un teatro esencialmente físico.
Asistentes a los que la propuesta busca integrar, hacer partícipes activos de lo que ocurre en la sala. Finalidad perseguida por Fuerzabruta, como parte de un movimiento que tiene a los catalanes de la Fura Dels Baus como referentes, y cuyo fundamento consiste en desafiar las convenciones impuestas por el teatro tradicional.
El desarrollo de la acción acontece en un ámbito que prescinde de un escenario y de una platea, de un texto, y si se quiere, también de un mensaje o, al menos, de uno que no admita ser completado por el público participante de la obra (si es que lo contrario fuese posible).
El director señaló al diario la Nación, y en tal carácter es posible hallar la trascendencia de una forma de hacer teatro hoy ya no tan novedosa, que: "Es un hecho colectivo. Se vive como un hecho social, porque te afecta lo que le pasa al resto".
A su vez, en Página 12, expresó lo que explicaría su génesis: "Esa comunión entre actores y público, esa preponderancia de las emociones y el intento de contagiar alegría que es su búsqueda en cada grupo que formó le recuerda a los carnavales que supo disfrutar en su infancia".
En la representación, los "actores" bailan frenéticamente los ritmos electrónicos y tribales de autoría de Gaby Kerpel y, en consecuencia, el espacio de la sala Villa Villa se transforma en una gran rave. En otra "escena", ubicados sobre una tarima, destrozan una casa, arrojando mesas y sillas, desgarrando su techo que cae en forma de papel picado. A su turno, el momento más impactante ocurre cuando una enorme pileta transparente desciende hasta casi el alcance de los concurrentes, donde el elenco empieza por realizar movimientos tal como si se tratase de nado sincronizado para, más tarde, lanzarse de un modo desenfrenado, una y otra vez, al agua.
Todo en Fuerzabruta remite a lo que se encuentra en el origen, a lo que es primitivo, primordial, salvaje, visceral, en la obra opuesto a lo mundano, a las sujeciones que impone la vida en sociedad, al yugo de lo cotidiano, ejemplificado en ese hombre que camina entre la gente, ataviado con sus ropas, intentando acomodar mesas y sillas, sin conseguirlo y, finalmente, chocando contra un muro.
Así, Fuerzabruta es un desahogo, un grito de emancipación.
Para concurrir decidido a involucrarse.
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