Pinamar es una de las ciudades balnearias más bonitas de la costa atlántica bonaerense. Ubicada a 360 km. de Buenos Aires, debe su nombre al hecho que, desde principios de los cuarentas, para facilitar el acceso a las playas, se comenzó a fijar las dunas y a forestar con abundantes cantidades de coníferas, creando un área de bosques junto a la costa.
Partiendo desde la Ciudad de Buenos Aires en auto, es aconsejable conducir por la Autopista Buenos Aires-La Plata para, después, continuar por la ruta Nº 2 hasta la localidad de Dolores. Más tarde, se debe empalmar con la ruta Nº 63 hasta la Esquina de Crotto y, una vez allí, con la ruta interbalnearia Nº 11 hasta Gral. Conesa, seguir por la ruta Nº 56 y pasar por Gral. Madariaga para llegar a Pinamar.
Opción para quienes pertenecen a una clase media que dispone de cierto poder adquisitivo, el paisaje que se impone es el del consumo. La fisonomía de la ciudad está dominada por la sobreabundancia de carteles en la vía publica, autos en exposición, publicidad en el frente de los negocios, en los bares, en sus sillas, mesas y vasos, etc., donde el mar, la playa y los pinares bien podrían ser sustituidos por un stand.
Si bien cada cual es dueño de decidir si la finalidad perseguida en las vacaciones es el descanso y la diversión, o también supone ser expuesto como blanco de toda una amplia oferta de productos con la intención de crear la necesidad adquirirlos para cumplir con la exigencia social, y no ser rechazados por los que detentan el poder de dictaminar quienes son aprobados y quienes recusados para pertenecer a un arbitrario universo social que se sustenta en la fabricada, ficticia convicción de su necesidad, obligados a seguir una rutina acelerada que permita, una vez hecho el gasto y, sin demora, mudarse a otro espacio en el cual consumir otra vez, hasta agotar el crédito.
Preferir por destino una ciudad junto al mar debería tener el significado de estar dispuesto a disfrutar de los encantos naturales que ofrece, que la distinguen de las urbes o metrópolis en que vivimos, en las que el sitio dedicado al esparcimiento, al tiempo libre, está representado por el shopping.
Partiendo desde la Ciudad de Buenos Aires en auto, es aconsejable conducir por la Autopista Buenos Aires-La Plata para, después, continuar por la ruta Nº 2 hasta la localidad de Dolores. Más tarde, se debe empalmar con la ruta Nº 63 hasta la Esquina de Crotto y, una vez allí, con la ruta interbalnearia Nº 11 hasta Gral. Conesa, seguir por la ruta Nº 56 y pasar por Gral. Madariaga para llegar a Pinamar.
Opción para quienes pertenecen a una clase media que dispone de cierto poder adquisitivo, el paisaje que se impone es el del consumo. La fisonomía de la ciudad está dominada por la sobreabundancia de carteles en la vía publica, autos en exposición, publicidad en el frente de los negocios, en los bares, en sus sillas, mesas y vasos, etc., donde el mar, la playa y los pinares bien podrían ser sustituidos por un stand.
Si bien cada cual es dueño de decidir si la finalidad perseguida en las vacaciones es el descanso y la diversión, o también supone ser expuesto como blanco de toda una amplia oferta de productos con la intención de crear la necesidad adquirirlos para cumplir con la exigencia social, y no ser rechazados por los que detentan el poder de dictaminar quienes son aprobados y quienes recusados para pertenecer a un arbitrario universo social que se sustenta en la fabricada, ficticia convicción de su necesidad, obligados a seguir una rutina acelerada que permita, una vez hecho el gasto y, sin demora, mudarse a otro espacio en el cual consumir otra vez, hasta agotar el crédito.
Preferir por destino una ciudad junto al mar debería tener el significado de estar dispuesto a disfrutar de los encantos naturales que ofrece, que la distinguen de las urbes o metrópolis en que vivimos, en las que el sitio dedicado al esparcimiento, al tiempo libre, está representado por el shopping.
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