Pianista de estilo exuberante, torrencial, Chucho Valdés consagró su carrera a mixturar los ritmos afro-cubanos, el jazz y la música clásica.
Su regreso a Buenos Aires, después de cuatro años, tuvo como premisa inicial presentar Chucho's Steps, álbum publicado en 2010, junto a The Afro-Cuban Messengers, cuyo nombre consiste en un homenaje a the Jazz Messengers, la agrupación liderada por el baterista Art Blakey, precursora del estilo hard-bop.
Misa negra, un tema de la época de Irakere, presentado en una nueva versión, a modo de standard, sirvió para introducir a los miembros de la banda. A continuación, se sucedieron: Danzón, en referencia al popular ritmo cubano, destacándose el aporte de Carlos Miyares Hernández en saxo tenor y del propio Chucho, tocando un muy buen solo; Zawinul's Mambo (Mambo de Zawinul), dedicado al tecladista Joe Zawinul, cita de Birdland incluida; Begin to Be Good, una combinación de Begin the Beguine (Cole Porter) y Lady Be Good (George Gershwin), este último uno de los autores más versionados por el maestro cubano, donde luce el trompetista Reynaldo Melián Álvarez; Yansá recibe su nombre de la diosa de las tempestades, comprende cantos yorubas en la voz de Dreiser Durruthy Bombalé, acompañándose de los tambores batá, esenciales en el contexto grupal; Chucho's Steps (Los pasos de Chucho), obvia alusión al antológico Giant Steps (John Coltrane); dos temas en los que participa la cantante Mayra Caridad Valdés, hermana de Chucho: el bolero Alma mía (María Greever) y Obatalá; Ponle la clave tiene otro notable solo de piano, inspirado en J. S. Bach, y uno consumado del saxofonista, citando a El cumbanchero (Rafael Hernández); una pieza fuera de programa influida por el compositor Rimsky-Korsakov, de nombre Blues; Changó permite el lucimiento, una vez más, de Durruthy Bombalé con sus cantos rituales a los orishás, y en un intercambio de llamado y respuesta a cargo de sus compañeros en el ensamble; mientras que el bis consistió en una rumba donde tuvo una extensa contribución en solitario el conguero Yaroldy Abreu Robles.
Algunas sensaciones que dejó el concierto: por un lado, más allá de que todo estuvo impecablemente tocado, nada verdaderamente memorable ocurrió (auna impresión similar provoca la escucha del disco). Sucede que las composiciones no son verdaderamente significativas, y la manifiesta decisión de que todos los integrantes de la agrupación tengan una amplia intervención, limita el espacio del pianista, impidiendo que la música gane mayores alturas con sustento en una destreza técnica y una inspiración privilegiadas. Por su parte, lo interpretado tuvo una enorme vitalidad, frescura y energía y, además, expresa cuánto potencial tiene la idea misma de mestizaje cultural, en tiempos de una acentuada tendencia a la uniformidad, en función de dotar de nuevos matices, semblantes, atavíos, a una tradición musical que necesita nutrirse constantemente.
Una grata sorpresa fue la apertura con el guitarrista y cantante invitado de apenas dieciocho años Marcelo Dellamea, acompañado por su hermano Hugo en guitarra y un percusionista, empleando primordialmente una caja, interpretando tres temas que mezclaron jazz y ritmos latinoamericanos, sumando a Daniel Maza en bajo eléctrico en el último, una versión en estilo latin flamenco de una bonita pieza de César Isella llamada Canción de las simples cosas, cuya letra, perteneciente al ilustre Armando Tejada Gómez, reza así: "Que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo".
Su regreso a Buenos Aires, después de cuatro años, tuvo como premisa inicial presentar Chucho's Steps, álbum publicado en 2010, junto a The Afro-Cuban Messengers, cuyo nombre consiste en un homenaje a the Jazz Messengers, la agrupación liderada por el baterista Art Blakey, precursora del estilo hard-bop.
Misa negra, un tema de la época de Irakere, presentado en una nueva versión, a modo de standard, sirvió para introducir a los miembros de la banda. A continuación, se sucedieron: Danzón, en referencia al popular ritmo cubano, destacándose el aporte de Carlos Miyares Hernández en saxo tenor y del propio Chucho, tocando un muy buen solo; Zawinul's Mambo (Mambo de Zawinul), dedicado al tecladista Joe Zawinul, cita de Birdland incluida; Begin to Be Good, una combinación de Begin the Beguine (Cole Porter) y Lady Be Good (George Gershwin), este último uno de los autores más versionados por el maestro cubano, donde luce el trompetista Reynaldo Melián Álvarez; Yansá recibe su nombre de la diosa de las tempestades, comprende cantos yorubas en la voz de Dreiser Durruthy Bombalé, acompañándose de los tambores batá, esenciales en el contexto grupal; Chucho's Steps (Los pasos de Chucho), obvia alusión al antológico Giant Steps (John Coltrane); dos temas en los que participa la cantante Mayra Caridad Valdés, hermana de Chucho: el bolero Alma mía (María Greever) y Obatalá; Ponle la clave tiene otro notable solo de piano, inspirado en J. S. Bach, y uno consumado del saxofonista, citando a El cumbanchero (Rafael Hernández); una pieza fuera de programa influida por el compositor Rimsky-Korsakov, de nombre Blues; Changó permite el lucimiento, una vez más, de Durruthy Bombalé con sus cantos rituales a los orishás, y en un intercambio de llamado y respuesta a cargo de sus compañeros en el ensamble; mientras que el bis consistió en una rumba donde tuvo una extensa contribución en solitario el conguero Yaroldy Abreu Robles.
Algunas sensaciones que dejó el concierto: por un lado, más allá de que todo estuvo impecablemente tocado, nada verdaderamente memorable ocurrió (auna impresión similar provoca la escucha del disco). Sucede que las composiciones no son verdaderamente significativas, y la manifiesta decisión de que todos los integrantes de la agrupación tengan una amplia intervención, limita el espacio del pianista, impidiendo que la música gane mayores alturas con sustento en una destreza técnica y una inspiración privilegiadas. Por su parte, lo interpretado tuvo una enorme vitalidad, frescura y energía y, además, expresa cuánto potencial tiene la idea misma de mestizaje cultural, en tiempos de una acentuada tendencia a la uniformidad, en función de dotar de nuevos matices, semblantes, atavíos, a una tradición musical que necesita nutrirse constantemente.
Una grata sorpresa fue la apertura con el guitarrista y cantante invitado de apenas dieciocho años Marcelo Dellamea, acompañado por su hermano Hugo en guitarra y un percusionista, empleando primordialmente una caja, interpretando tres temas que mezclaron jazz y ritmos latinoamericanos, sumando a Daniel Maza en bajo eléctrico en el último, una versión en estilo latin flamenco de una bonita pieza de César Isella llamada Canción de las simples cosas, cuya letra, perteneciente al ilustre Armando Tejada Gómez, reza así: "Que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario