Una película nos permite viajar a lugares distantes, experimentar modos de vida diferentes del nuestro, transformando la forma que tenemos de percibir las cosas, modificando el modo de ver el mundo que heredamos de nuestros antepasados, cambiando muchas de nuestras costumbres, abriéndonos al prójimo.
El cine del tailandés Apichatpong Weerasethakul es sensorial, intangible, inconcreto, incorpóreo.
Su esencia es esquiva, elusiva, indefinible.
El hombre que podía recordar sus vidas pasadas está basado en un libro budista, y contiene elementos mágicos, fantásticos, imaginarios.
En la secuencia inicial, un buey se interna en la jungla. Una selva que parece dotada de vida. Más tarde, sabremos que está habitada por ánimas, criaturas de espeso pelo y ojos rojos.
El tío Boonmee puede presentir la llegada de la muerte. Sufre una insuficiencia renal severa y debe someterse a sesiones diarias de diálisis.
En la granja donde cultiva tamarindos y cosecha miel de abejas, recibe la visita de su cuñada Jen y un sobrino de ella. Durante una cena, son sorprendidos por la presencia del fantasma de la mujer del tío Boonmee, fallecida diecinueve años atrás, y del hijo de ambos, desaparecido unos años después, convertido en uno de esos seres que viven en la jungla llamados "monos fantasmas", hecho aceptado por todos con total naturalidad.
Este episodio enlaza con el de una princesa entristecida por la pérdida de su belleza, consolada por un pez gato parlante que habita un espejo de agua.
Los integrantes de la familia, vivos y aparecidos, se introducen en la espesura rumbo a una cueva que es como un vientre materno, donde Boonmee nació, en vidas pasadas, no sabe si como un hombre, una mujer o un animal, y donde encontrará la muerte.
En el final, en otra escena sobrenatural, el sobrino de Jen, abandona sus hábitos por un momento, para cenar junto a su tía, desdoblándose ambos, y permaneciendo al mismo tiempo, en la habitación de un hotel.
Es toda la acción que transcurre durante la película, y Weerasethakul prescinde de la narración, al menos en términos convencionales.
En El hombre que podía recordar sus vidas pasadas no se propone contar una historia sino, a través de la descripción de personas y de la naturaleza, capturar aquello que la existencia tiene de cotidiano y, a la vez, de mágico.
Solo agrega unas pocas referencias sobre la situación política y social de Tailandia: el padecimiento del tío Boonmee es causado por su mal karma al haber matado muchos comunistas, y el prejuicio existente sobre los inmigrantes laosianos, simbolizado en el personaje de un empleado de Boonmee.
Resta decir algo sobre una interpretación, desmentida por el propio director, acerca de cierto carácter optimista de su cine..
La de Weerasethakul es una visión teñida por el budismo, cuya representación de las cosas transmite una serena aceptación de la vida y de su culminación, y una apertura a aquello que es supernatural, trascendente.
Un cine totalmente diferente del que estamos acostumbramos a ver.
El cine del tailandés Apichatpong Weerasethakul es sensorial, intangible, inconcreto, incorpóreo.
Su esencia es esquiva, elusiva, indefinible.
El hombre que podía recordar sus vidas pasadas está basado en un libro budista, y contiene elementos mágicos, fantásticos, imaginarios.
En la secuencia inicial, un buey se interna en la jungla. Una selva que parece dotada de vida. Más tarde, sabremos que está habitada por ánimas, criaturas de espeso pelo y ojos rojos.
El tío Boonmee puede presentir la llegada de la muerte. Sufre una insuficiencia renal severa y debe someterse a sesiones diarias de diálisis.
En la granja donde cultiva tamarindos y cosecha miel de abejas, recibe la visita de su cuñada Jen y un sobrino de ella. Durante una cena, son sorprendidos por la presencia del fantasma de la mujer del tío Boonmee, fallecida diecinueve años atrás, y del hijo de ambos, desaparecido unos años después, convertido en uno de esos seres que viven en la jungla llamados "monos fantasmas", hecho aceptado por todos con total naturalidad.
Este episodio enlaza con el de una princesa entristecida por la pérdida de su belleza, consolada por un pez gato parlante que habita un espejo de agua.
Los integrantes de la familia, vivos y aparecidos, se introducen en la espesura rumbo a una cueva que es como un vientre materno, donde Boonmee nació, en vidas pasadas, no sabe si como un hombre, una mujer o un animal, y donde encontrará la muerte.
En el final, en otra escena sobrenatural, el sobrino de Jen, abandona sus hábitos por un momento, para cenar junto a su tía, desdoblándose ambos, y permaneciendo al mismo tiempo, en la habitación de un hotel.
Es toda la acción que transcurre durante la película, y Weerasethakul prescinde de la narración, al menos en términos convencionales.
En El hombre que podía recordar sus vidas pasadas no se propone contar una historia sino, a través de la descripción de personas y de la naturaleza, capturar aquello que la existencia tiene de cotidiano y, a la vez, de mágico.
Solo agrega unas pocas referencias sobre la situación política y social de Tailandia: el padecimiento del tío Boonmee es causado por su mal karma al haber matado muchos comunistas, y el prejuicio existente sobre los inmigrantes laosianos, simbolizado en el personaje de un empleado de Boonmee.
Resta decir algo sobre una interpretación, desmentida por el propio director, acerca de cierto carácter optimista de su cine..
La de Weerasethakul es una visión teñida por el budismo, cuya representación de las cosas transmite una serena aceptación de la vida y de su culminación, y una apertura a aquello que es supernatural, trascendente.
Un cine totalmente diferente del que estamos acostumbramos a ver.
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