
Alamar, a mitad de camino entre la ficción y el documental, lo que ya debe ser todo un género, cuenta una historia simple: una pareja con un hijo se separa y antes de ir a vivir con su madre a Roma, el niño pasa unos días con su padre en el Caribe mexicano.
La película destaca la importancia de recuperar los vínculos originarios con la naturaleza y los padres, al retratar la rica experiencia de los miembros de una familia pertenecientes a tres generaciones distintas, compartiendo cotidianamente el oficio de la pesca, revalorizando la transmisión de conocimientos de padres a hijos.
Todo en Alamar transmite naturalidad, colaborando a tal efecto la proximidad con el escenario lograda por el director Pedro González-Rubio y la tarea realizada por los actores no profesionales.