Shamato (Mitsuru Kukikoshi) es el dueño de una modesta tienda de peces tropicales. Está casado con Taeko (Megumi Kagurazaka), su insatisfecha segunda esposa, y es padre de Mitsuko (Hikari Kajiwara), su joven hija que no acepta la pérdida de la madre y lo rechaza por volver a contraer matrimonio.
Por las noches, Shamato sueña con realizar su idílica visión de las relaciones familiares, opuesta a una cruda realidad dominada por la indiferencia.
Cuando Mitsuko es atrapada intentando robar un supermercado por el encargado que amenaza con llamar a la policía, el carismático propietario de la tienda de peces exóticos más grande de Tokio, de nombre Murata (Denden), consigue interceder para que no castiguen a la joven.
A partir de ese incidente, los comerciantes darán comienzo a un vínculo donde el más exitoso someterá al más débil, al ejercer una perversa influencia sobre cada miembro de la familia, consistente en despertar en la esposa deseos reprimidos, persuadir a la adolescente a abandonar el hogar común y hacer cómplice al padre de sus asesinatos.
Las escenas donde Murata abusa de Shamato, en forma física y psíquica, doblegando su voluntad, son aún más impactantes que aquellas en las que aparece junto a su pareja Aiko (Asuka Kurosawa), rodeado de trozos de carne humana, en plena tarea de descuartizar a sus víctimas.
La sociedad actual impone severas exigencias de competencia económica y de orden moral, cuya consecuencia son hombres cercenados, incapacitados de vivir en plenitud y de experimentar placer.
La película ilustra la reivindicación, descenso al infierno mediante, de un anestesiado padre que busca recomponer su orgullo herido por causa de su esposa e hija.
El director japonés Sion Sono muestra una singular fuerza narrativa y obtiene muy buenos resultados a partir de sugerentes espacios, como las tiendas ocupadas por peceras o la casa en el bosque colmada de símbolos religiosos.
Como expresión del mejor cine negro, en versión satírica, y añadiendo elementos de gore, Cold Fish presenta una desesperanzada mirada del hombre no exenta de humor.
Por las noches, Shamato sueña con realizar su idílica visión de las relaciones familiares, opuesta a una cruda realidad dominada por la indiferencia.
Cuando Mitsuko es atrapada intentando robar un supermercado por el encargado que amenaza con llamar a la policía, el carismático propietario de la tienda de peces exóticos más grande de Tokio, de nombre Murata (Denden), consigue interceder para que no castiguen a la joven.
A partir de ese incidente, los comerciantes darán comienzo a un vínculo donde el más exitoso someterá al más débil, al ejercer una perversa influencia sobre cada miembro de la familia, consistente en despertar en la esposa deseos reprimidos, persuadir a la adolescente a abandonar el hogar común y hacer cómplice al padre de sus asesinatos.
Las escenas donde Murata abusa de Shamato, en forma física y psíquica, doblegando su voluntad, son aún más impactantes que aquellas en las que aparece junto a su pareja Aiko (Asuka Kurosawa), rodeado de trozos de carne humana, en plena tarea de descuartizar a sus víctimas.
La sociedad actual impone severas exigencias de competencia económica y de orden moral, cuya consecuencia son hombres cercenados, incapacitados de vivir en plenitud y de experimentar placer.
La película ilustra la reivindicación, descenso al infierno mediante, de un anestesiado padre que busca recomponer su orgullo herido por causa de su esposa e hija.
El director japonés Sion Sono muestra una singular fuerza narrativa y obtiene muy buenos resultados a partir de sugerentes espacios, como las tiendas ocupadas por peceras o la casa en el bosque colmada de símbolos religiosos.
Como expresión del mejor cine negro, en versión satírica, y añadiendo elementos de gore, Cold Fish presenta una desesperanzada mirada del hombre no exenta de humor.
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