miércoles, 24 de febrero de 2021

La isla mínima (2014), de Alberto Rodríguez


"Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir."

Pueblo chico, infierno grande. Es 1980. Franco ya es historia, pero dejó sus huellas.
Sus marcas perviven en un pueblo rural sumido en el atraso, olvidado de Dios, en las marismas del Guadalquivir.
Estamos en democracia, pero no se nota.
Las prácticas del generalísimo aún subsisten, la economía está estancada, y en ese pueblo sin vida solo consigue enardecer los ánimos la huelga.
Es un ambiente asfixiante, sofocante, calladamente opresivo; un lugar que todos quieren abandonar, dejar atrás; donde las mujeres hablan cuando los hombres las autorizan y las adolescentes son una mercancía de bajo costo.
Desde Madrid llegan dos detectives de homicidios, Juan Robles (Javier Gutiérrez) y Pedro Suárez (Raúl Arévalo), para investigar la sospechosa desaparición de dos hermanas.
Dos policías antagónicos, uno veterano, duro, de oscuro pasado franquista, entusiasta y extrovertido; otro, joven e idealista, enfocado, serio, de permanente gesto adusto, próximo a ser padre y adherente a los nuevos aires de libertad que todavía no soplan por esos lares.
Ambos recelosos, desconfiados uno del otro, pero forzados a cooperar, a dejar de lado sus diferencias y unir fuerzas para averiguar el paradero de las jovencitas donde nadie aparenta saber nada o estar muy apresurado por encontrarlas.
Todos enmudecen, todos ocultan algo, todo es silenciado. No se respira vida.
En un territorio desolado donde no son bienvenidos, Juan y Pedro tendrán que avanzar contra la corriente, a contra reloj, dispuestos a revelar los secretos enterrados, sepultados, ocultos bajo un oscuro manto de inercia, desidia e impunidad; deberán correr el velo echado por una sociedad entumecida, aletargada, anestesiada.
El juez presiona a los agentes para agilizar el trámite de la búsqueda, preocupado por cerrar el caso lo más pronto posible, motivado por el interés de no perder la inminente cosecha.
El filme no dedica demasiado metraje a explicar la conclusión de la pesquisa, el móvil de los asesinatos, más allá de la referencia al abuso de menores y el tráfico de fotos prohibidas de niñas desnudas; vinculado a la acomodada, pudiente oligarquía local, personificada en el patrón, un señor mayor de Mercedes Benz, sombrero grande, perfume caro y manos muy finas; y su brazo armado, un sicario de escopeta colgada sobre la espalda.
Pero poco importa, porque lo inquietante, lo verdaderamente significativo es lo que está en el aire, esa sensación que se esparce impregnando todo hasta tornar el ambiente irrespirable,... lo escondido, ... lo ahogado. Aquello que por herencia del franquismo no se puede decir, nadie se atreve a pronunciar en esa ominosa tierra.

Muy logradas las tomas aéreas, por ejemplo, las del inicio en los pantanos representando la imagen de un cerebro humano (idea que el director Alberto Rodríguez toma del escritor chileno Roberto Bolaño).
El realizador quiere despertar el interés del espectador en un objeto determinado, focalizar su atención en una realidad en particular; para examinarla con detenimiento, en detalle, como si utilizara una lente o un microscopio.
A su vez, resulta muy acabada la caracterización de los policías. No encontrarán tal cosa en el maniqueo cine norteamericano de la industria actual.
En un mundo real, no ficticio, falso o inverosímil, las personas no son buenas o malas per se, resisten un análisis simplista, son buenas o malas según lo permitan las circunstancias que les tocan vivir.
"El cuervo", el policía fascista, torturador y asesino, es capaz de actos heroicos; quizás porque, ya cerca del final, alcanza una comprensión, un entendimiento de la vida diferente, más elevado; entonces reacciona aferrándose a la vida.
Por su parte, el policía democrático y bien intencionado, llegado el momento decisivo, crítico, no podrá evitar tener comportamientos abusivos, prepotentes, violentos.

Una vez resuelto el misterio de los crímenes, Pedro brindará con un periodista que colabora en la investigación:
"-Por Truman Capote,
por Truman Capote-."

En el epílogo, la gente del pueblo de nuevo en las calles, los chicos jugando a la pelota, la vida que continúa.
Una escena enseña que el resquemor, el recelo entre ambos agentes no ha desaparecido.
Los policías se van por donde vinieron y una última vista aérea panorámica, muestra que el tiempo para observar esa realidad ha expirado... y la cámara se aleja.

La vidente en la barcaza de los traficantes lugareños acierta a prevenir a Juan:
"-Oiga, lo de usted sí lo vi.
los muertos le están esperando. Ya queda poco-."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuantos libros tétricos se podrían escribir referente a la España actual, donde el Gobierno socialcomunista pacta con terroristas e independentistas radicales. En un país donde se trata de reconstruir una España nueva, enfrentando a la mitad de los españoles con la otra mitad, olvidando el pacto constitucional de la Transición que fue modelo de buen hacer en todo el mundo, y donde la derecha y la izquierda, cierto, hicieron los respectivos deberes.
Pasados 40 años observamos con asombro y estupefacción como el pacto de la transición para la izquierda actual no tiene ningún valor y tratan de reescribir la historia.
Un Gobierno, el de Pedro Sánchez, que si tuviera un mínimo de decencia democrática habría ya dimitido después de que el Tribunal Constitucional haya declarado inconstitucionales los dos estados de alarma que afectaron a la Pandemia.
Como gobernar no saben, más allá de la propaganda institucional, y lo de la lucha de clases ya no da réditos electorales (ellos son ya casta, que le pregunten a Pablo Iglesias) siguen anclados en 1936 y en armar una lucha ficticia con todo lo que afecta al movimiento LGTBI y al feminismo radical de corte comunista, donde el varón tradicional pasa a ser el foco de sus iras.
No le hablaré ya de las distintas medidas donde de forma lenta pero inexorable se van adoptando iniciativas encaminadas a anular la cultura del esfuerzo individual, tratando de igualar a todos en la mediocridad. El permitir el aprobado de bachillerato con suspensos y rebajar al 5 la nota media para obtener becas son buena prueba de ello.
A modo de resumen creo que vale.
Atentamente.

soyo dijo...

Hola,

No voy a opinar sobre El pacto constitucional y la transición española (que admiten diversas lecturas) porque no me gusta abrir juicio acerca de situaciones conflictivas que atañen a grupos sociales ajenos mi propia cotidianeidad.
No es suficiente la información que uno pueda recabar de la lectura de periódicos y algunos libros para analizar cuestiones que requieren de un conocimiento con un mínimo de profundidad.

Tres cosas con un sentido general:

i) nunca deja de sorprenderme el recurrente empleo de categorías anacrónicas y vaciadas de contenido como derecha e izquierda.
Vale lo mismo para términos históricos como: República, Capitalismo o Socialismo, que han demostrado con creces no ofrecer respuestas para alcanzar el bienestar o la prosperidad de las naciones dondequiera que se hayan aplicado, y superar la desigualdad y la discriminación en sus diferentes formas.
Cuando sigo los acontecimientos por los diferentes medios masivos de comunicación (formadores de opinión), no encuentro países que adhieran a sistemas políticos de "derecha" o "izquierda", sino retórica y pragmatismo fundados en las encuestas de intención de voto.

ii) A su vez, también es asombroso que en países europeos o en Estados Unidos, con la sustancial desemejanza en términos económicos con Latinoamérica, las discusiones (habitualmente estériles) sobre estrategias políticas, sociales, económicas o sanitarias, sean más o menos las mismas.

iii) Con precaución digo lo siguiente asociado a su mensaje: el pacto constitucional de 1978 parece agotado, y en sintonía con lo antedicho señalo lo siguiente: si algo deberíamos haber aprendido del COVID-19 es que la única solución son comunidades, locales y global, más responsables, solidarias e integradas.

Saludos.