
Sosa (Ricardo Darín) es un abogado que perdió la matrícula "por error", dedicado a ofrecer sus servicios a las víctimas de accidentes de tránsito en favor de La Fundación, que no es otra cosa que un turbio estudio de abogados, epicentro de una organización criminal que reúne a policías, médicos y paramédicos, cuya finalidad consiste en obtener ganancias de las compañías de seguros. Sosa es lo que en Estados Unidos denominan ambulance chaser (perseguidor de ambulancias); y en nuestro medio adopta el nombre de un ave carroñera: el carancho.
Luján (Martina Guzmán) es una joven doctora que trabaja en la sala de guardias de un hospital público y en un servicio de emergencias médicas.
No tardarán en conocerse y sentir una atracción mutua, despertando en Sosa nuevas esperanzas y un deseo de largarse y comenzar de nuevo. Pero, claro está, cuando mayor es su esfuerzo por escapar, más parece hundirse.
Trapero elabora un filme que es un cruce de géneros, a la vez policial negro, historia romántica y de denuncia.
Las actuaciones son muy buenas: el personaje de Sosa está hecho a la medida de Darín, cuyo antihéroe luce más cansado que nunca; por su parte, Martina Guzmán, al igual que en Leonera, llena la pantalla de puras vulnerabilidad y resistencia.
Ante la extensión de la corrupción, en un universo de instituciones degradadas, todos son potenciales víctimas, y solo hay lugar para arrestos individuales en procura de una ilusoria evasión.
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