domingo, 16 de septiembre de 2012

Pusher II (2004), de Nicolas Winding Refn

El protagonista de Pusher II es Tonny (Mads Mikkelsen), uno de los personajes secundarios de Pusher, primera parte de la trilogía filmada por el danés Nicolas Winding Refn, lo que significa todo un hallazgo en esto de las sagas.
Una vez egresado de la cárcel, Tonny está decidido a rehacer su vida, pero las condiciones no se presentan precisamente favorables para cumplir con su propósito: tiene deudas por pagar, debe mantener un inesperado hijo y, gracias a los servicios prestados por su amigo Kurt (Kurt Nielsen), se involucra en un nuevo desfavorable intercambio con Milo (Zlatko Buric), el amenazante proveedor de drogas.
El plan de Tonny consiste en incorporarse al negocio familiar de robo de autos, pero se enfrenta a la difícil misión de ganarse la confianza de El Duque (Leif Sylvester), su padre y jefe de la banda, que no hace esfuerzo alguno por mostrar un poco de respeto por su hijo (Tonny tiene la palabra "respeto" tatuada en la nuca).
El segundo obstáculo en su camino, insalvable, es que simplemente no tiene madera de gángster.
Fácil es imaginar que las cosas se van a poner complicadas para Tonny, sin salida cuando se vea en la obligación de asumir la deuda de Kurt ante El Duque, un compromiso que no está en condiciones de honrar.
En su desesperada huida, todavía será capaz de un acto de redención.
El mayor mérito que muestra Winding Refn también en esta continuación, consiste en humanizar, e incluso, caricaturizar a sus personajes: sádicos, mezquinos y no muy inteligentes.
El director se ocupa de exponer sus dudas, sus debilidades, sus temores, rememorando la sugestiva mirada de la mafia presentada en la exitosa y renovadora serie de televisión Los Soprano, o en los excelentes largometrajes Buenos muchachos (Goodfellas, 1990), de Martin Scorsese, o Ghost Dog: La sombra del samurái (Ghost Dog: Way of the Samurai, 1999), de Jim Jarmusch.

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