La compañia La Zaranda, Teatro Inestable de Andalucía la Baja, que según señala la prensa española acostumbra brindar más funciones en el exterior que en su tierra natal, presentó en el Teatro 25 de Mayo, ubicado en el barrio de Villa Urquiza, su nueva obra Nadie Lo quiere creer (La patria de los espectros), una consumada muestra de su singular visión de la dramaturgia, influida por el autor del Valle-Inclán, plena de grotesco, humor negro y sarcasmo, dando vida a personajes esperpénticos, a los que expone de forma cruda, pero también piadosa, dispuestos a rescatar la humanidad de los que se enfrentan, con las insuficientes armas de que disponen, al deterioro y la degradación.
En esta creación, la escenografía es despojada y se caracteriza por el inteligente uso de escasos objetos, entre los que destaca una sábana (!), que sirve para montar diversas escenas, tres ventiladores de pie, la estructura de madera de un reloj antiguo, que también hará las veces de ataúd, un pavo real embalsamado, cuatro sillas y un maniquí.
La música, perteneciente a la Banda Cimarrona de Costa Rica, es otro elemento que adquiere sumo valor, siendo utilizado para unir los distintos actos.
El texto de Eusebio Calonge describe las miserias de una anciana señora enferma, perteneciente a una distinguida familia que ha perdido la acomodada posición que ostentaba, ocupada en organizar su propio funeral, mientras recuerda a sus ancestros, habitando una casona en ruinas, donde convive junto a una antigua sirvienta y a un supuesto sobrino que se disputan su escuálida herencia.
Nadie Lo quiere creer (La patria de los espectros) habla sobre el transcurrir inclemente del tiempo, donde la vida lenta, progresivamente, se escapa, dejando a su paso aflicciones y pesares.
En el final, los geniales actores Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos no salen a saludar, puesto que sus personajes quedaron disecados.
"¡Qué realismo insuperable!
¡Qué efecto de realidad!
¡Qué apariencia de vida!
Nadie notará ninguna diferencia con la realidad.
Parece que respira".
En esta creación, la escenografía es despojada y se caracteriza por el inteligente uso de escasos objetos, entre los que destaca una sábana (!), que sirve para montar diversas escenas, tres ventiladores de pie, la estructura de madera de un reloj antiguo, que también hará las veces de ataúd, un pavo real embalsamado, cuatro sillas y un maniquí.
La música, perteneciente a la Banda Cimarrona de Costa Rica, es otro elemento que adquiere sumo valor, siendo utilizado para unir los distintos actos.
El texto de Eusebio Calonge describe las miserias de una anciana señora enferma, perteneciente a una distinguida familia que ha perdido la acomodada posición que ostentaba, ocupada en organizar su propio funeral, mientras recuerda a sus ancestros, habitando una casona en ruinas, donde convive junto a una antigua sirvienta y a un supuesto sobrino que se disputan su escuálida herencia.
Nadie Lo quiere creer (La patria de los espectros) habla sobre el transcurrir inclemente del tiempo, donde la vida lenta, progresivamente, se escapa, dejando a su paso aflicciones y pesares.
En el final, los geniales actores Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos no salen a saludar, puesto que sus personajes quedaron disecados.
"¡Qué realismo insuperable!
¡Qué efecto de realidad!
¡Qué apariencia de vida!
Nadie notará ninguna diferencia con la realidad.
Parece que respira".
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