
Su consecuencia consiste en que el vínculo establecido en el aula es directo, sin inhibiciones, lo cual trae consigo un trato carente de respeto e, incluso, agresivo, donde el mismo educador no puede evitar "perder los estribos".
El realizador Laurent Cantet elude el uso de un tono melodramático que privaría de naturalidad y efecto al relato, y consigue escenas cargadas de tensión y fuerza dramática.
Entre sus aciertos, se puede mencionar también la elección del ámbito elegido: el aula como expresión de la sociedad en su totalidad, y el acercamiento a ese mundo en forma casi documental, sin abrir juicio, sin tomar posición.
Sin embargo, y más allá que la intención sea exponer esa realidad, llamar la atención sobre el enorme desafío que supone encontrar soluciones a esa problemática, esa misma distancia auto-impuesta impide a la película ir un paso más allá, y ensayar, sino posibles respuestas, al menos más preguntas incómodas, como la que formula el profesor Marin (François Bégaudeau, autor también del guión) cuando interroga a sus pares acerca de si el sistema educativo no fracasa cuando decide expulsar al que no se adapta a sus normas.
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