Y sin embargo me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.
(Milonga de Manuel Flores, letra de Jorge Luis Borges)
Un hombre entra en una fuente en la ciudad de México, sangra por la nariz, y pierde el conocimiento. La acción continúa en Zacatecas, donde un niño de nombre Hugo dice ser Mateo, de 35 años, tener esposa e hijo, y haber sufrido un desmayo en una fuente en México.
Durante el relato, seis personas están unidas por un fenómeno de transmutación.
El alma de Mateo va a mudar de un sujeto en otro, acumulando vivencias y un profundo desasosiego a causa de un sentimiento de pérdida.
Unos pocos detalles permiten percibir el transcurso del tiempo y los cambios: un cruce de caminos, una serie de desvanecimientos, un medallón con dos fotos.
El cineasta Iván Ávila Dueñas contó en una entrevista que, junto a la directora de arte Ivonne Fuentes, se esforzaron en encontrar las referencias mínimas que provocaran en el espectador una reacción de memoria y, en particular, de nostalgia, porque ese era el tema principal.
En una escena esencial, Isaías describe a su amigo Chava, el intenso sentimiento de melancolía que embarga a quienes comparten esa extraña naturaleza:
"¿Y cómo se siente dejar a tanta gente en cada vida?
Del carajo.
Da una tristeza...
Vienes a una vida ya empezada...
a resolver mierdas que no son tuyas
y a la mitad te vas.
Y esa vida tenía recuerdos, amigos...
Y siempre te vas rápido...
De todas maneras te encariñas".
La sangre iluminada se inspira en el libro de poemas Relación de los hechos de José Carlos Becerra y en El libro del desasosiego de Bernardo Soares, uno de los heterónimos del escritor portugués Fernando Pessoa, a quienes está dedicado.
Las interpretaciones son muy logradas, destacándose Joaquín Cosío en el rol de Isaías, alcanzando gran intensidad dramática en el momento del desenlace.
Iván Ávila Dueñas se sirve de un argumento fantástico para concebir una profunda meditación sobre la condición humana y la angustia existencial.
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.
(Milonga de Manuel Flores, letra de Jorge Luis Borges)
Un hombre entra en una fuente en la ciudad de México, sangra por la nariz, y pierde el conocimiento. La acción continúa en Zacatecas, donde un niño de nombre Hugo dice ser Mateo, de 35 años, tener esposa e hijo, y haber sufrido un desmayo en una fuente en México.
Durante el relato, seis personas están unidas por un fenómeno de transmutación.
El alma de Mateo va a mudar de un sujeto en otro, acumulando vivencias y un profundo desasosiego a causa de un sentimiento de pérdida.
Unos pocos detalles permiten percibir el transcurso del tiempo y los cambios: un cruce de caminos, una serie de desvanecimientos, un medallón con dos fotos.
El cineasta Iván Ávila Dueñas contó en una entrevista que, junto a la directora de arte Ivonne Fuentes, se esforzaron en encontrar las referencias mínimas que provocaran en el espectador una reacción de memoria y, en particular, de nostalgia, porque ese era el tema principal.
En una escena esencial, Isaías describe a su amigo Chava, el intenso sentimiento de melancolía que embarga a quienes comparten esa extraña naturaleza:
"¿Y cómo se siente dejar a tanta gente en cada vida?
Del carajo.
Da una tristeza...
Vienes a una vida ya empezada...
a resolver mierdas que no son tuyas
y a la mitad te vas.
Y esa vida tenía recuerdos, amigos...
Y siempre te vas rápido...
De todas maneras te encariñas".
La sangre iluminada se inspira en el libro de poemas Relación de los hechos de José Carlos Becerra y en El libro del desasosiego de Bernardo Soares, uno de los heterónimos del escritor portugués Fernando Pessoa, a quienes está dedicado.
Las interpretaciones son muy logradas, destacándose Joaquín Cosío en el rol de Isaías, alcanzando gran intensidad dramática en el momento del desenlace.
Iván Ávila Dueñas se sirve de un argumento fantástico para concebir una profunda meditación sobre la condición humana y la angustia existencial.
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